Por su interés, reproducimos el artículo de opinión de Mariano Hoya publicado en la revista El Siglo de Europa
En este otoño extremadamente caldeado, observamos, con cierto desconcierto, cómo suben los precios al mismo tiempo que disminuye el aforo de nuestra cesta de la compra. El tamaño se ha reducido en lo que llevamos de año en un 6,3 % y se espera que, por muy bien que se comporte el mercado español, el segundo mejor registro de la Eurozona en el mes de octubre –será por la excepción ibérica–, lleguemos a las campanadas con un 8% de merma de capacidad adquisitiva. La obtención de alimentos se ha situado un 15% más lejos, y la gente con recursos más modestos empieza a tener problemas para poder conseguirlos.
El aumento de la inflación está reduciendo la renta de las personas trabajadoras, lo que hace necesario que se rescaten lo suficiente para compensar los incrementos de precios. Según el último informe publicado por el Instituto Nacional de Estadística, un tercio de nuestros ciudadanos no puede permitirse una comida de pollo o carne cada tres días, irse de vacaciones o afrontar gastos imprevistos. El riesgo de pobreza en nuestro país empieza a acercarse a niveles –el 27,8 %– peligrosos para un estallido social. Los datos muestran una acentuación del nuevo perfil de la pobreza, con un incremento de las personas en esa situación a pesar de tener un empleo, y hasta con estudios medios y universitarios. El trabajo por sí solo ya no protege contra la penuria por lo que es necesario dignificar los sueldos. En España llevamos maltratando los salarios desde hace una década, en la que se ha venido depreciando la renta del trabajo hasta menguarla en un 10%.
Este escenario, la sacudida del alza de precios en las personas trabajadoras, motivó que el propio Banco Central Europeo pidiera subidas de salarios que compensaran la crecida de la inflación y de esta forma no aumentar el riesgo de impagos de hipotecas y de otros productos bancarios, lo que según el regulador europeo provocaría que a la crisis del Covid, a la de la energía, y a la causada por la guerra en Ucrania se le uniera una crisis financiera como la de 2008. Es la propia autoridad monetaria la que está avisando de que la merma del poder adquisitivo de los hogares puede tener consecuencias catastróficas en las economías europeas.
En contraposición al desplome salarial, los réditos empresariales están creciendo de manera exponencial. Las empresas mantienen cuantiosos beneficios que son los causantes fundamentales de la inflación. En España, en el primer semestre de este año 2022, los resultados empresariales crecieron un 84,6% en comparación con el año anterior y el reparto de dividendos creció un 97% sobre el 2021. La Banca, que merece informes no vinculantes del vicepresidente del Banco Central Europeo desaconsejando nuevas contribuciones al Estado del Bienestar, disparó sus beneficios hasta alcanzar los 16.000 millones de euros. A este panorama sombrío se le ha unido un aumento de los tipos de interés que amenaza las hipotecas de los más humildes.
Ha llegado el momento de respetar a las rentas del trabajo para que el consumo no se hunda, para que las situaciones de desigualdad y pobreza no aumenten. Es la hora de construir un nuevo modelo económico respetuoso con el medio que nos rodea, que asegure la negociación colectiva en su papel redistribuidor de la riqueza con un mayor control de los excesivos réditos empresariales y que respalde una evolución salarial adecuada.
Los sindicatos hemos pedido subidas de salarios moderadas y responsables, pero sin renunciar a que sean dignas, suficientes y garantizadas. No somos los causantes de un incremento desmesurado de la inflación que está empobreciendo sobre todo a las clases populares. Necesitamos un AENC que dé seguridad y confianza a las empresas y a las personas. Tenemos margen para repartir justamente los beneficios, la prueba está en que donde ha habido conflicto los incrementos salariales han respetado el justo equilibrio entre dividendos y rentas del trabajo. Así que, hasta que la patronal recupere mesura, nos seguiremos viendo en las calles.
Vicesecretario general de política sindical UGT